Julio era introvertido, tímido, vergonzoso.
Era difícil entender cómo había llegado a ser profesor de
Facultad.
No hablaba con nadie pero quería escuchar.
Sobre todo a Marta,
su único amor.
Pero ella no lo sabía.
Un día sin saber cómo, Julio le declaró sus sentimientos.
No estoy sola, respondió.
Mi pareja es una mujer.
La miró.
Ella, no.
Se fue en silencio escondiendo las lágrimas que gritaban por salir.
En el camino compró una botella de alcohol.
En su casa y sin ropa, comenzó a tomar sin piedad.
Buscó su mejor cuchillo y apoyó los huevos sobre la mesa
Con los brazos abiertos como un Cristo en la cruz, miró al
cielo descascarado pidiendo valor.
Y el cuchillo bajó.
Ahora Julia camina tranquila de pollera larga y piernas
afeitadas.
Segura de que ninguna mujer la va a lastimar.
¿Te conozco?
Preguntó una voz familiar un día como cualquier otro.
Una sonrisa en los labios.
Pelo corto, pantalones anchos y aquellos ojos.
Que quería olvidar.