miércoles, 18 de septiembre de 2013

Cuentos de calma chicha presenta: Once segundos sin ella.


La primera vez que la vi, descargaba una infinidad de bultos de una antigua camioneta en la puerta de un rancho de paredes amarillas y puerta violeta. Me detuve a mirar sus piernas largas, exquisitamente torneadas, tratando de adivinar las redondeces ocultas bajo su short. Cuando vio que la observaba, me dijo “¿Qué tal sí me ayudás, y después seguís mirando?” “Estás en Cabo Polonio, no en el fin del mundo.” Contesté mirando su equipaje. La tarde pasó volando mientras terminábamos de ordenar tantas cosas en tan poco lugar.
“Voy a preparar pasta con salsa de berberechos, y de postre, un racimo de uvas. ¿Venís?” Calculó lo poco que quedaba de luz, y asintió.
La noche era tibia, apacible, invitadora a charlas cómplices. La brisa jugaba con las velas que iluminaban su rostro y acentuaban su sonrisa creciente. “Cada vez que llego me pasa lo mismo —confesó— Me cuesta sacarme la mochila, empezar a disfrutar este aire, mirar el cielo y ver más allá. Entender que es ahora. Ni ayer, ni mañana… pero hoy fue casi inmediato… no sé, tal vez haya sido la salsa…” “O el cocinero” interrumpí riendo.
Salimos a caminar por la playa tan solo guiados por el faro, sabiendo que nuestros pasos eran borrados por la espuma luminosa de las olas. “Ese brillo viene de los huesos de los que murieron en los naufragios” expliqué con seriedad. “¡Mentiroso!” contestó riendo y amagando un golpe. Corrí, pero muy pronto me dejé atrapar.
Mis labios comenzaron a dibujarla como las manos de un ciego recorren un rostro, saboreando cada rincón sin apuro, con todo el tiempo que da la fugacidad del presente. Deseaba verla. Necesitaba verla. Ni siquiera pestañeaba esperando el rayo de luz que iluminaba su cuerpo por un segundo. Uno de doce.
Solo uno de doce.




Novelistas Invitados Maite Moreno


Lluvia

Regresa la lluvia, la mirada a la calle, la música sobre los cristales, y mil historias interminables.
Un hombre en la ventana observa a una mujer empapada.
Un banco del paseo  espera a  su joven amada.
Una niña bajo la lluvia corretea alegre y su mamá  espantada no la alcanza.
Un perro lleva a un vagabundo y éste a un gato sin amo.
Una viejecita  apura sus pasos.      
Una pareja  se detiene,  se abrazan y al instante lloran.
El agua de lluvia descansa sobre los huecos del empedrado.
Un  tiesto con flores protesta por el riego incontrolado.
La luz de las farolas enfoca a  las mejores  fotografías.
Extiende su palma de la mano y luego la cierra, quiere atrapar a la lluvia.
Coches y  coches que destrozan los charcos a  gran velocidad.
¿A qué huele la lluvia?: A humedad
La humedad habita con la lluvia, la nostalgia con el aroma del  café.
El  frio desalienta  al alma y a la esperanza.
Si consigues  no entristecer, tu alma aflorará.
Las  flores  lograrán que dejes de  soñar tras los cristales.
El verano se insinuó  y el cuerpo se  rindió.
No hay lluvia, ya huele a aire, la música  baila sobre  los arenales y mil historias interminables.

Maite Moreno.