—¡Pará, pará! ¡No me pegues más…! le voy a pagar. Te juro
que le voy a pagar.
—Le vas a pagar... Le vas a pagar. ¿Cuánto hace que me venís
con el mismo verso? ¿Eh? Hoy, cuando me dijo que viniera, me miró fijo como vos
sabés que mira y me dio unos golpecitos en la cara: Cobrále, me murmuró
cerquita del oído.
—Estoy tratando de conseguir la guita, pero es mucha. Cada
vez más, necesito tiempo.
—Y yo necesito un auto nuevo, una mina que no me cague y
capaz que un viajecito. Sí. Un viajecito a Río. ¡No tenés más tiempo! ¿Me
entendés?
—Decíle que no me encontraste, que me estás buscando. ¡Por
favor!
—Claro, querés que me juegue los huevos y le mienta. Sos tan
cara rota… Pretendés que te cubra el culo a riesgo del mío. No me hagas reír.
Te vine a cobrar. Me mandaron a cobrarte y te tengo que cobrar.
—Pero…
—¡Pero, las pelotas! ¡Dame la plata!
—¿Pará! No tengo nada en los bolsillos. Buscá, buscá. ¿No
ves que no tengo nada?
—Dos cigarrillos, un encendedor y monedas. Unas putas
monedas… ¿Es todo lo que tenés encima? Sabés que limpiándote te voy a hacer un
favor, ¿no?
—Tengo dos hijos, loco, te lo suplico…
—¡Ah!, ahora te acordás de tus hijos. Cuando mandaste a la
mierda a tu viejo, no te acordabas de tus hijos. Qué gil que sos. Tenías la
vida arreglada y mirá cómo terminás.
—Por favor…
—Sabés que te quiero, mucho, pero te juro que no vas a
sentir ni el ruido. Abrazame. Abrazame, y entendé que vivo de esto. Yo sé que
es un hijo de puta y que vos te la jugaste. Te creíste que la vida era como en
las películas esas que al final suena la musiquita y se van todos felices. Pero
no, la vida es esta mierda…
Ya está. ¿Viste? Ni te enteraste. A tus hijos los va a
cuidar él, no les va a faltar nada y los va a educar distinto a vos. Son sangre
de su sangre. Como nosotros.