viernes, 31 de mayo de 2013

Resaca de favores

Como todos los días, Juan llegó a la playa cuando aún era noche. Muy pronto el horizonte comenzaría a pintarse de amarillo, anunciando la llegada del día. Clavó la tabla en la arena, e inició una veloz corrida para calentar los músculos. Lentamente la claridad comenzó a reflejarse en los charcos, que como hojas pintadas por un artista, imitaban los colores del cielo. En uno de ellos había un pez atrapado por el reflujo. Se detuvo, lo tomó con ambas manos para que no se le escurriera, y lo arrojó al mar. Un mar demasiado tranquilo para su propósito. Más allá, en la rompiente, había mar de fondo. En un rato se formarían buenas olas. Sin dudarlo se metió al agua, se acostó sobre la tabla y comenzó a remar con sus brazos. No tardó mucho en llegar y se sentó a esperar la ola correcta. Al fin llegó. La onda redondeada y superior que las demás le indicaron que esa era. La acompaño con todas sus fuerzas, y en el momento preciso, se paró y buscó el equilibrio, inmediatamente estuvo en la cresta. Debía salir de allí. Hizo un rápido giro a la izquierda para escapar, volviendo a trepar la ola en sentido contrario. Luego a la derecha para retomarla. Estaba feliz. Sin embargo, un mal movimiento lo hizo volar por los aires. Cayó hacia adelante, y toda la fuerza del mar lo arrastró al fondo con violencia. En la caída algo lo golpeó en la cabeza, provocándole una herida que lo dejó atontado. Un torbellino de fuerza incontrolable lo manejaba como una marioneta. Flotando entre el azul y el negro, vio una silueta dirigiéndose como una flecha hacia él. Sabía que estaba sangrando, y pensó en un tiburón. En pocos instantes quedaron cara a cara, mirándose. Entre asustado y sorprendido quiso reaccionar, pero mareado por el golpe y casi ahogado, se entregó a su destino con la tranquilidad de los que reconocen lo inevitable.
—Cuando lo encontré pensé que estaba ahogado —explicaba el bañista al paramédico—, lo di vuelta y abrió los ojos. ¡Eso me asustó! Miró a su alrededor, como buscando a alguien, y me dijo:
—¿Dónde está? ¿La viste? ¡Era una sirena!

1 comentario:

  1. Sin duda aparecerá de nuevo en cualquier momento. Las sirenas vuelven una y otra vez a buscar a sus enamorados humanos hasta que les convencen para que se queden con ellas para siempre en el fondo del mar.
    Precioso relato!. Un beso, Héctor.

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