—Sentáte en una silla firme, apretá el culo y preparáte para
escuchar una historia parida en lo más bizarro de lo inaudito —me dijo mientras
entrábamos a un bar.
Hacía mucho que no nos veíamos, pedimos café y ansioso, le
pedí que me contara.
—Todo empezó navegando en la Deep Web. Ya sabés cómo es ese lugar, solo se puede creer un tercio de lo que allí dicen, pero un
mensaje para una tal Irina, me llamó la atención. El Muñeco está enterrado en el cementerio de Coxcox, decía. Busqué
en un mapa y el lugar estaba cerca. Así que al otro día, monté en la moto y fui
hasta allí.
—Pero, ¿qué tenía de especial ese mensaje para qué hicieras
eso?
—Nada. Pero solo hacía unos minutos que había leído en mi
horóscopo que me dejara guiar por mi instinto. ¡Y lo hice!
—¡Ah…! Seguí…
—A lo largo de la ruta que atravesaba el desierto, no había
nada que me indicase dónde estaba el dichoso cementerio y estuve a punto de
desistir… hasta que vi la tormenta. Eran solo unas nubes de lluvia sobre un
punto específico. Llegué al lugar en pocos minutos. No había dudas. Era el
cementerio, o lo que quedaba de él. Los muros se habían derrumbados y la reja
estaba carcomida por el óxido. En el suelo descansaba el cartel dónde todavía
se podía leer: Lame Cemetery…
—¿Pero no dijiste que se llamaba Coscos, o
algo así?
Me miró entre enojado y condescendiente, y
se tomó uno segundos en contestar.
—Es Coxcox,
y es un vocablo que viene del latín y significa “rengo” ¿Cómo se dice “rengo” en inglés?
—¿Lame…?
—pregunté tímidamente.
Asintió haciendo un gesto parecido a: “Ves
que cuando querés, podés…”
—¡Qué inteligente! —exclamé admirado.
—Google… —Se limitó a decir.
«…el lugar no era grande y comencé a
buscar entre las lápidas con los nombres borrados por el tiempo algo que me
indicara cual era su tumba. Subí a un montículo de arena que había juntado el
viento y en ese momento empezó a llover. Desde la altura podía ver todo el
camposanto ensombrecido por las nubes y a su alrededor, el contraste del sol
iluminando el desierto cuando un rayo cayó muy cerca. La explosión me levantó
en el aire y quedé ciego unos segundos. Al intentar levantarme, mi mano se topo
con algo duro. Sin moverme empecé a tantearlo. Seguro que era un ataúd, me puse a sacar arena hasta que
quedó al descubierto. Solo era una caja con herrajes y un candado. Bastaron
unos golpes para poder abrirla…»
—¡¿Qué había…?!
«…adentro, descansando con una esfera
de vidrio en una de sus manos estaba “El Muñeco…” Bueno, en realidad no era “El
Muñeco”. Era “un” muñeco de pelo
anaranjado y sonrisa pintada de rojo. Cuando estiré mi mano para tratar de
sacar la esfera, el engendro me apuntó con una pistola y entre risas me dijo
“Gracias…”»
—¡Pará! —Interrumpí— ¿Pretendés que te crea
qué te topaste con un muñeco que habla?
—No. Tenés razón. Es que no quería hacerte
la historia tan increíble. Verdaderamente era un marciano…, o venusino… no sé.
¡Siempre me los confundo!
—… seguí…
—… y cuando estaba a punto de dispararme,
Irina le clavó una hoz en la cabeza y…
—¡¿Irina?! ¡¿Quién carajo es “Irina”?!
—Una espía rusa que buscaba la esfera
antigravedad… bueno, su verdadero nombre es Gravitón…
No quise escuchar más. Dejé mi café a un
lado y pedí un whisky, cuando el sonar de la bocina de un auto me hizo mirar
por la ventana. Un convertible rojo de alta gama, conducido por una chica
vestida de negro, estaba estacionado a un par de metros de nosotros. Mientras
levantaba una mano en señal de saludo, con la otra abrió la puerta del
acompañante. Sobre el asiento libre, una esfera de vidrio blanco y rojo reflejaba
los rayos del sol.
—Me tengo que ir, ella es…
—Irina —Terminé.
Me tomé el whisky de un trago y no miré más.
El sonido del motor y las exclamaciones de las personas que estaban afuera, me
aseguraron que el auto había… “volado”.
Cuando cuente esta historia, voy a omitir lo de la lluvia…
¡Qué mentiroso!
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