¿NOS CARGÓ
OMAR?
–
¡Que atrevido! – dijo Javier a media voz pero con tono cortante.
Sus
interlocutores ocultaron una expresión irónica motivada por el comentario.
–
¡Que atrevido! – repitió Javier, como si duplicar el comentario adicionara
énfasis a su aseveración.
Los
demás permanecieron en silencio. Lentamente se desdibujó el gesto irónico en
sus rostros.
Sabrina
comenzó a lamentar haber relatado lo sucedido esa tarde, su joven y liberal
personalidad había subestimado la posible reacción de su padre, que aunque
permanecía calmado, exponiendo una actitud algo inadecuada para estos tiempos no
mostraba beneplácito con lo acontecido, momentos después intentando sonar
conciliadora deslizó:
–
¡Papá, no es para tanto!, lo ves a diario, no escatima elogios con cuanta mujer
es entrevistada o va de visita por equis
motivo a su programa, quizás sea algo obsesivo con el tema, pero no veo en él
nada insano, es especialmente cuidadoso con las formas con la que pondera a
quien está sentada a su frente, aunque reconozco que a todas les dice algo.
Es
que a Javier le costaba advertir la realidad, mejor dicho le costaba admitir la
misma; su hija ya no era una niña, al contrario, era una espléndida joven de
veinte años, esbelta, de larga y ondeada cabellera castaña, delicados rasgos y
hermosos ojos color miel, inteligente y amena, lo que provocaba la permanente
presencia de más de un pretendiente cerca suyo.
La
conversación fue dejando el asunto, en parte intencionadamente Sabrina, su
madre y su hermana condujeron la misma hacia otros temas; Natalia y Marcos
-amigos de Sabrina- comprendieron y colaboraron, también comprendió Javier, que
permitió decantar la situación.
El
atardecer se hizo noche, entre anécdotas, bromas y risas, el tiempo razonable a
dedicar a una agradable reunión, para disfrutar de un té, galletitas y algún
mate, se entendió suficiente por los visitantes, Natalia y Marcos se
despidieron de la familia anfitriona.
La
cena transcurrió sin sobresaltos, Sabrina cuidó no regresar a lo comentado más
temprano, llenó el momento hablando de motivos triviales, incluso se distrajo
con alguna nota de las presentadas en el informativo de la televisión.
Más
tarde, dedicó un rato a la computadora como acostumbra casi todas las noches,
Internet y Facebook, contactó a través del chat a su amiga Natalia, alguna
banalidad y temas pendientes ocuparon a las chicas, cerca del final de la
conexión, entre dudosa y divertida por
el contenido del comentario recibido en la tarde por parte del conocido
conductor televisivo, a través del intercambio Natalia preguntó: –che, ¿nos cargó Omar esta tarde?
Sabrina
rió en forma espontanea, Natalia también. Es que además de ocurrente el
episodio les sonaba estimulante, lo sería más de haber provenido de algún
apuesto joven sobre el cual coincidían en el gusto, pero lo vivido mejoraba su
autoestima.
Después
de cortar la conexión con su amiga, Sabrina repasó lo sucedido.
Se
aproximaba el cumpleaños de quince de Agustina, su hermana, toda la familia
estaba abocada al esfuerzo organizativo que la fiesta demandaba, necesitaba
elegir un vestido para dicha ocasión, invitó a Natalia que la acompañara.
Luego
de visitar varios locales del centro y probarse otros tantos modelos, se
decidió por uno que la satisfizo, volvería con su madre para concretar la
compra.
Ya
en Dieciocho, mientras se dirigían a la parada por locomoción para regresar, lo
vieron venir, su porte inconfundible caminaba en dirección contraria a ellas
acortando la distancia, recibía saludos por doquier, propio de los que se
dirigen a una personalidad pública que resume reconocimiento por su labor y
algo de admiración, las chicas prepararon su saludo:
–Omar–
dijeron al unísono.
–Adiós
chicas– contestó aquel mientras observaba el saludable estado físico de las
jóvenes, y confirmando su fama de fino piropeador,
endulzando la voz agregó:
–gracias por pasar–.
Walter
Alonso - enero de 2013
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