jueves, 7 de febrero de 2013

Novelistas Invitados. María Teresa Moreno




 UNA NUBE DE COLORES

Todo el mundo sabe lo que es una nube, de las personas que lo tienen muy claro  no voy a hablar. Será de las que piensen que las nubes son edredones para que el sol se abrigue, sillones aéreos para ir de excursión, regaderas automáticas, bolas de algodón para el maquillaje de la luna, imágenes de cine para todos los públicos. Hablaré de gente especial...es que, yo, vivo en una nube.
— ¡Nena, que vives en una nube! ¡Chica bájate de esa nube!— Me repiten una y otra vez.
Y buen día decidí quedarme en ella, de la cual solo me apeo en momentos muy especiales. Mi nube es de colores, tiene los que más me gustan, el azul, malva, verde y  destellos naranja. Me permite observar todo lo que sucede a mí alrededor y no llamar mucho la atención. Al principio lo pase mal, no tenía a quien contarle mis cosas, muchos días me sentí sola.
Pasó el tiempo, y una mañana ocurrió algo extraordinario, conocí a dos personas que como yo vivían en una nube. A Sonia, siempre muy ocupada y sin tiempo para nada, sus hijos, el marido, la madre y la casa ocupaban todo su día; y si algún momento le sobraba se iba de compras y a clases de baile. Me gustó, irradiaba simpatía y me dije: ¡Ya tengo una amiga!
No habían pasado unos minutos cuando unos llantos interrumpieron mi estrenada euforia. Sí, no hay duda alguien llora, y asomé despacito mi cabeza para mirar hacia el suelo, a veces sucede que estoy tan a gusto en mi nube, que se eleva y eleva sin darme cuenta, y volver a bajar es un arduo trabajo. El llanto viene del parque ¡Es un niño, ¡¿qué le pasará?! Se le ve tan triste sentado sobre el regazo de la estatua, y me dio la risa; había escogido el regazo de la abuela en aquella talla que homenajeaba a los abuelos, el abuelo ya sostenía sobre su pierna a un niño. Me acerqué para intentar saber la causa de los lloros.
—Hola, ¿Te has perdido?—le dije sonriendo.
Al oírme, cesó en su llanto y bajando a toda prisa de su fabuloso asiento, con su vocecita chillona gritó:
—¡Tú también estás en una nube!—Con los ojos todavía anegados en  lágrimas.
—Sí—Contesté, ahogando una risita por su cómica cara de sorpresa. 
—Es que se pasan el día diciéndome que estoy en una nube—me explicó— ¿Tú y yo porqué nunca nos hemos encontrado?
—No sé—Dudé, era un niño, pero me dije que la verdad desde el principio es lo mejor—Ya sabes cómo es la vida en las nubes, de arriba-abajo, luego si hay corrientes de un lado a otro. Siempre observando a los demás y así no hay manera de concentrarse  en los que tenemos a nuestro alrededor, y sin querer nos vamos alejando de los demás.  ¿Cómo te llamas?
—Carlos—Bajó la cabeza—También me llaman Michelin, mira  mi nube tan grande—Pero como todos los niños enseguida pasó a otra cosa— ¿Puedo quedarme contigo y damos un paseo?
—Claro, daremos una buena caminata, creo que es lo que más le conviene a tu hermosa nube. Haremos todos los días grandes paseos y así no tendrás tiempo para llorar.
Se apostó a mí lado, y al mismo vuelo de nube comenzamos nuestra amistad.
Así conocí en la misma mañana a una amiga para ir de compras y a un amigo para hacer largas caminatas. Al día siguiente se lo presenté a Sonia, y a partir de aquel momento comenzamos a hacer cosas los tres juntos y nos lo pasamos muy bien. Pero a veces Carlos y yo acabábamos un poco estresados con tanta tienda y bajábamos de  nuestras nubes para relajarnos un poco.  Sonia es muy activa y muy divertida, pero solo quiere ir de compras.
Una tarde en que Sonia llevó a su niño  al cine, nosotros decidimos ir a descansar a un gran parque que no conocíamos. El sol calentaba pero los frondosos árboles nos hicieron una buena sombra, nos tendimos en el mullido césped y dejamos que transcurriera el tiempo observando el ir y venir de los demás. Y el asombro apareció, ya que por allí paseaban cantidad de personas con nubes, jóvenes, mayores, niños, altos, bajos, feos... ¿Cómo no nos enteramos antes?  Me puse en pie y Carlos de un salto lo estaba antes que yo; se dirigió al gentío a toda prisa, ¡vaya! solo hace unos meses solía esperar por él para que me alcanzara, y observándolo mientras se iba me percaté de la cantidad de peso que había perdido, él, al ver que no lo seguía agitó las manos para que me diera prisa y me llamó tortuga, y me reí con ganas.
—No te rías, esto es serio—Me dijo, creyendo que me reía de tanta nube, y me di cuenta de que se estaba haciendo mayor— Tenemos que averiguar  el por qué no los vimos hasta ahora.
Decidimos que lo más práctico era preguntarles directamente y comenzamos por los jóvenes; y se encargó Carlos, lo hizo con timidez pero descubrió que lo escuchaban y comenzó a charlar con ellos. Por supuesto ellos no le veían ninguna nube. Uno hasta le aconsejo que dejara de hacer esas preguntas, no fuera a molestar a alguien.
Pasamos a los mayores, por supuesto ahora me tocaba a mí. Fue fácil, la mayoría ya sabían que estaban en una nube. Pero la mayoría comenzó a preguntarme: ¿Tú estabas en una nube? ¿Cómo lograste deshacerte de ella?
Con las suyas, contestada mi pregunta, no veían mi nube. Decepcionados y abrumados comenzamos el regreso. Mis pensamientos volvieron a todas las preguntas que me habían hecho, y entonces comprendí que la mayoría, no querían la vida entre nubes. Carlos callado, me miraba de reojo de vez en cuando. Así que el osado silencio habló: Os tenéis el uno al otro. Oímos su susurro y Carlos con gran ternura puso su brazo sobre mi hombro, y descubrí la amistad.
Ya estábamos a  medio camino, cuando a toda velocidad y agitando sus brazos  apareció Sonia, y muy  enfadada nos preguntó:
—¿Dónde habéis estado? Al salir del cine esperé por vosotros en el centro comercial como habíamos quedamos.
Carlos, balbuceando, intentó dar una disculpa. Yo no era capaz, solo el rubor en mi rostro descubría la vergüenza  por haberme olvidado de ella.
—Estáis muy raros, ya no se qué pensar de vosotros, desde que dejasteis de estar en las  nubes no sois los mismos. 

 

1 comentario:

  1. Gracias por invitarme y poder estar aquí. Me gustan las nubes de colores con las que acompañas el relato. Un beso

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