sábado, 13 de abril de 2013

La Antena


Desde que tengo uso de razón, mi ángulo de visión es el mismo. Conozco cada centímetro cuadrado del techo blanco, liso, impoluto. Lo uso como pizarrón, hojas de libros, campo deportivo, pantalla. Las horas transcurren lentas encerrado en una confortable y aséptica  caja de cristal, algunas caras silenciosas cubiertas con gorros y tapabocas verdes atraviesan  fugazmente mi mirada matizando mis días. Al principio, cuando era más pequeño, creí que lo que imaginaba en ese techo era la vida. De pronto y sin previo aviso, unas raras e inesperadas sensaciones alteraron mi estúpida rutina, y mi ritmo cardíaco. Cada vez que eso sucedía mi entorno se revolucionaba. Percibía el movimiento, la nerviosidad, y la infaltable jeringa clavándose en uno de los tubos que descendían hasta mí. Inmediatamente sopor, sueño. Cuando aprendí a controlarlo, no tardé en comprender que eran sensaciones sentidas por otro. Lo digo con toda certeza, por mi hermano. Recibidas por una antena invisible y maravillosa, que ahuyentó para siempre mi soledad. Ya no me sentí solo, esperaba con ansiedad sus señales, sus vivencias. Así, supe alegrarme; conocer la ira y el placer; el desencanto y la tristeza. La impotencia de la derrota, la alegría del triunfo. El deseo. Aún recuerdo como se nos erizaba la piel cuando la veíamos y el momento inolvidable, lleno de emociones desconocidas e inexplicables cuando nos besó por primera vez.
 Desde hace un tiempo todo cambió. Sus imágenes se confunden con las mías y por momentos me cuesta diferenciarlas. Un techo parecido, caras cubiertas y un dolor silencioso que sé, le pertenece.  Al fin mi mente aletargada hizo un click y comprendió el real motivo de mi incomprensible existencia. Estaba aquí para salvar la vida de mi hermano. De mi querido hermano.
Me llaman Cástor.
Tengo quince años.
Soy un clon.

Ilustración: Rosario


2 comentarios:

  1. !Tremendo! Todo sensación. Un beso

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  2. Si pudiéramos saber lo que pasa por la mente de tantos seres que son utilizados y manejados con fines que siempre hemos creído correctos... es muy "humano" autojustificarnos diciendo, asegurando, que los animales no piensan, que no se plantean las cosas como nosotros. Somos nosotros los que hemos dado por supuesto que la vida de un mono, de un ratón, de un... clon, vale menos que la de un humano, porque nos interesa creerlo así. Tu relato hace pensar, plantearse ideas, actitudes, comportamientos. Esta es la literatura que suele resultarle incómoda a los que piensan que leer tiene que ser tan solo una manera de pasar el rato sin complicaciones. Al final, todo va teniendo su explicación... ;)
    Un abrazo de lavanda

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