jueves, 9 de enero de 2014

Casiopea y Esculapio.



El destino había querido que nacieran en la misma cuadra del mismo barrio. Allí se conocieron, crecieron y se casaron.

El mismo destino los hizo vivir toda su vida en la misma casa.

Todas las tardes de todos los días, ellos salían a sentarse al porche. Allí veían pasar a sus vecinos. Llegar a los nuevos y a extrañar a los viejos. Frente a sus ojos pasaban las estaciones, la vida y los cadáveres de amigos y enemigos.

En verano, cuando las noches se hacían agradables, miraban moverse a la estrella del sur y pasaban horas buscando platos voladores.


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