domingo, 6 de julio de 2014

31 de junio

Ni la música, ni la película, ni los ronquidos del vecino de asiento podían hacer olvidar a Aditi las palabras de su padre. Me importan tres carajos que ya no se estile. Vas a hacer lo que prometí cuando naciste. Te guste, o no.
No estaba dispuesta a abdicar de sus ideas.
Ya no.
Todavía era noche.
La valija en la mano y el boleto de avión
Un abrazo, las lágrimas de su madre y un silencioso adiós.
El taxi cruzando el pueblo. El río Gurupur.
El arrepentimiento y el miedo se soltaron junto con el cinturón.

…y las chicas de color dicen: du, du, du...
Jimmy había tomado clases de pintura cuando sus amigos se dedicaban al deporte. No se arrepentía de haberlo hecho, pero en Pendleton no había lugar para un artista. Juntó dinero y se decidió.
New York.
Con su mochila en la espalda, el entusiasmo se alejaba tras las luces de los autos.
Un camión.
Era el tercer día de viaje cuando entendió que no era fácil.
Mientras miraba el campo por la ventanilla, extrañó su cama.
Deseaba cumplir su promesa.
Y se tomó un avión.

…y las chicas de color dicen: du, du, du...
Cuando Aditi al fin llegó al JFK, no salió corriendo como la mayoría de los que allí llegaban. No.
Se sentó en la cafetería y se puso a pensar en cuantas veces había imaginado este momento.
Pensó en Jimmy. El chico de Internet. Era casualidad que la fecha coincidiera.
En cuantas veces lo habían planeado.
El abrazo. El beso tan deseado.
Pero eso solo era un recuerdo. Algo que podía haber sido.

Una ilusión.
Jimmy deambulaba por la terminal mirando todas las caras. Buscando.
Sabía que era inútil hacerlo.
Que los planes pocas veces se cumplen.


Námaste, murmuraron al salir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario