Ella camina a mi
alrededor sin sacar su mirada de la mía. En sus ojos hay reto. Deseo. Sus pasos
son lentos, cadenciosos. Aparentan duda. Demuestran seguridad. Me gusta
esperarla, dejar que tome la iniciativa.
Al fin se acerca decidida
y siento la primer caricia. Me estremezco.
Se estremece.
Me abraza y sus dedos
comienzan a deslizarse por cada rincón, por cada recoveco de mi cuerpo. Por mi
mástil duro que la recibe ansioso.
Murmuramos palabras
mientras el crescendo nos domina.
Quiero sentir aliento de vos.
Atravesar el fuego con vos.
La pasión nos envuelve
como sus piernas firmes y húmedas lo hacen con mi cuerpo sediento, desesperado.
Siento sus pechos
clavados en mi, agitarse y tratar de respirar a nuestro ritmo.
Me desespero por tocarla.
Por sentirla.
Un poco más. Decimos. Solo
un poco más. Deseamos.
El paroxismo del placer. La
comunión de dos. El fin de la más hermosa sinfonía.
Los ojos que se abren.
Silencio. Final. Aplausos
de pie.
Soy solo un instrumento
de su felicidad.
Solo soy su chelo.
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