Cuando la vida te da la espalda, lo mejor es barajar y dar
de nuevo. En busca de soluciones, había probado todo. Tenés que poner agua de por medio, me dijo una pitonisa. Y acá estoy, acodado en la borda de una
inmunda barcaza, mirando como unos relámpagos lejanos y silenciosos explotan en
el horizonte. La travesía se venía desarrollando sin zozobras, y como todas las
noches, nos emborrachamos con vino o grappamiel.
Ahí, entre el humo de tabaco armado y camaradería obligada, las anécdotas se
mezclaban con confesiones de viejas malas vidas. Hoy, sin embargo, solo se
hablaba de lo que sucedería en las próximas horas: el cruce del Ecuador.
Escuché las historias más fantásticas e increíbles de toda mi vida, no me
importaba si eran verdad o mentira. Supe que ése era el lugar. Allí estaba mi
principio, o mi fin.
Al amanecer, un ruido ensordecedor me despertó. El capitán y
su séquito aparecieron enfundados en disfraces caseros. Venían a bautizarnos, es decir, a reírse un rato de
nosotros mientras nos tiraban al agua. Los novatos éramos Carlos, que temblaba
de miedo, y yo. Carlos, era antipático y engreído. Solo hablaba para meter líos
entre nosotros. Por eso, nadie lo quería. Atado a una cuerda, fui el primero en
caer. El agua, salada y transparente, hizo arder mis ojos. Bajo el agua, miré a
mí alrededor buscando algo especial. Ni burbujas, ni rayos de luz. Nada. Solo
un vacío verde, interminable. Saqué la navaja de mi bolsillo y decidido, comencé
a cortar la soga cuando de pronto, una sirena pasó junto a mí. Hizo unos giros,
y moviendo sus brazos alocadamente, como en una danza, se acercó. Nos miramos
por unos instantes. La expresión de pánico de Carlos, me volvió a la realidad.
Sin dudarlo, continué cortando la cuerda.
![]() |
Ilustrado por Rosario tj |
Y al final encontró su principio, o su fin... ¿quién no cortaría una cuerda para seguir a una sirena? Lo que había arriba ya lo conocía, pero lo que le esperaba ahí abajo era una aventura. Curioso ese nick que tenías, se parece mucho a mi apellido (es Ricote)
ResponderEliminarUn beso de Riko