miércoles, 2 de abril de 2014

Solo



El verdadero hartazgo llega y no avisa. Se instala sin pedir permiso e invade todo.

Necesitaba una dosis de mundo real. Gente real.  Con sus locuras. Con sus miserias. Pero verdadera. Pura carne y puro hueso. Necesitaba un bar. Y alcohol.

Allí estuve por un par de horas.

No estaba muy seguro porqué cada vez que tomaba una copa de más, se me producía una erección. Conduje hasta una calle que no estaba lejos de allí a buscar una puta. Por ahí abundaban. Me equivoqué. Había solo una. Estaba de espaldas, mostrando los cachetes de un culo prodigioso. Paré a su lado. Sus nalgas quedaban enmarcadas por la ventanilla. La tipa, ni se enteró que tenía un cliente.

—¡Hola!— grité

Se agachó de golpe con el teléfono todavía en su oído.

—¡Hola, hermoso!— mintió, poniendo su mejor cara de carnero degollado.

Era realmente fea, de edad indefinida y absolutamente destetada.

—¿Cuánto por tu culo?

—Doscientos— contestó después de pensar un poco.

Un culo costaba más. Lo sabía muy bien. También sabía que estaba desesperada por llevarse algún peso a la casa.

—Tengo cien— mentí.

—Vamos— contestó subiendo al auto.

—¿Dónde? No pienso pagar un hotel.

—Acá cerca hay un parque

—Prefiero en ese baldío— le dije señalando la esquina. En un sitio neutral, mi billetera y mi propio culo estarían más seguros. Bajamos.

Fuimos detrás de una pared semiderruida. El suelo estaba cubierto de escombros y había olor a meada. Fresca y añeja. Mientras se sacaba lo poco que traía puesto, intentaba entablar una conversación. No me interesaba lo que trataba de decir. La tomé por los hombros y la hice arrodillarse frente a mí.

—¡Guau!— Volvió a mentir cuando terminó de luchar con mi bragueta.

—Calláte y chupá.

Mientras lo hacía, miré su cabeza tratando de imaginar una cara para ella. Una cara que quisiera. Que deseara. Por mi imaginación pasaron muchas, pero ninguna se quedó. Hice que se diera vuelta y la empujé hasta la pared. De espaldas a mí, se inclinó y separó sus nalgas con los dedos. Escupí en mi mano y se la pasé por el culo. Lentamente se la encajé. No traté de volver a pensar en alguien. Ni siquiera en algo. No me importaba extender el polvo. Solo quería coger. De manera irracional. Como un animal.

El final llegó insulso. Lleno, pero vacío.  Sin alma. Como siempre.

La dejé en la esquina en la que la había levantado. Prendí un cigarrillo. En la radio, solo canciones estúpidas que hablaban de amor. La apagué.

 Tal vez en otra vida. En otro lugar.

Tal vez otro bar.


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