Llueve. Siempre llueve sobre mí. A veces suave, otras,
demasiado fuerte. Como hoy.
Siempre duelen las despedidas, pero más, mucho más, cuando
son inesperadas. Repentinas. Sin tiempo a nada. Cuando pienso en las palabras
que debieron salir y sin embargo ahora se ahogan entre tanta agua. Llueve y
pienso que tal vez soy yo el hacedor de lluvia.
Sin saber cómo, me encontré parado frente al bar y sentí la
necesidad de entrar.
Saludé al cantinero y luego de algunas copas, me dijo:
—Esos señores dicen que les gustaría tomar algo contigo.
Miré hacia donde señalaba. Estaban en la mesa del fondo, la
del rincón. Uno era pelado y vestía un traje negro, antiguo. Una corbata muy
fina, rodeaba su cuello flaco y sus ojos parecían muy grandes detrás de los
lentes. El otro era más grueso, aparentaba más edad de la que seguramente
tenía, pero lo que más llamó mi atención era su mirada irónica, rodeada de una
barba descuidada y arrugas, muchas arrugas.
—¿Quiénes son?
Un encogimiento de hombros fue toda la repuesta.
Me acerqué despacio, seguro de que se habían equivocado de
persona. Ambos sonrieron al verme llegar y el flaco se incorporó a medias y me
tendió la mano.
—Soy Juan Carlos— me dijo— y él es Hank. Sentáte y
acompañanos— Mientras me servía de lo poco que iba quedando en la botella y
cambiando su mirada entre los vasos y yo, hablaba—Nos gustó eso de Hacedor de lluvia y Siempre llueve sobre
mí. A veces suave, otras, demasiado fuerte. Como hoy… y todo lo que sigue. Aunque,
personalmente, preferiría que fueran un poco más descriptivos esos párrafos,
con algún adjetivo más… ¿Qué tal algo así? Creía ver su imagen en los charcos
mansos que pronto las gotas desdibujaban sin piedad…
—No— interrumpió el
otro— le falta carácter, tal vez un: La muy hija de puta decidió morirse sin
pensar en nada más que ella, sin importarle un carajo qué podía sentir yo… Porque
escribís sobre la muerte de una mujer, ¿no?
—Esperen un poco— interrumpí—No escribo nada. ¿Cómo saben
eso…? Solo pensaba…
—¡Vamos! Nadie piensa así si no va a escribirlo…
—¿Sabés qué estoy pensando, Hank? Que tal vez no hable de
una muerte. Puede ser que se esté refiriendo a un abandono y estoy de acuerdo
contigo con que es una mujer. Una que creo que lo dejó.
—Entonces, con más razón tiene que incluir eso de La muy hija de puta. Si lo dejó así, lo
es.
—No sabemos eso; en
realidad sabemos poco, pero se puede describir el vacío, la bronca y la
impotencia sin necesidad de la palabrota…
—Es cierto, solo que vos, usarías cien palabras para decir
lo mismo que yo, en tres— dijo riéndose y prendiendo un cigarrillo— Pedí otra
botella…
La discusión transcurría entre opiniones y ejemplos de sus
viejas historias, risas, cigarrillos y brindis.
Me levanté sin decir nada y volví a la barra. Sabía quiénes
eran y en otro momento me habría parecido maravilloso que compartiéramos la
borrachera.
Al rato, miré hacia la mesa y ya no estaban, pero aun podía
escucharlos discutir de qué forma mejorar mis palabras sin preguntarme nada.
Pedí la del estribo. ¿Qué les importaba si se fue o se
murió? ¿No es lo mismo?
Es un funeral. Con flores o sin ellas.
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